El conflicto entre la realidad y el deseo hace que seamos tan desgraciados como parecemos. El razonamiento es, si se quiere, circular. Para huir de lo absurdo e ingrato que resulta lo que nos rodea acabamos por refugiarnos en la ensoñación de algo necesariamente mejor. Llámalo deseo. Lo que conduce a la locura.

El razonamiento es de un judío neoyorquino nacido en Brooklyn. Lo dice ante la cámara en 'Woody Allen: a documentary', del director Robert Wide, y lo dice por culpa de una de sus obras maestras, 'La rosa púrpura del Cairo'. El festival de Cannes quiso de este modo dejar las cosas claras desde el principio en el día de la inauguración del festival número 65. Hablamos, para aclararnos, de cine.
Y pocos en la actualidad tan autorizados para desarrollar una idea tan fundamental y básica como Wes Anderson; probablemente el director más intensamente moderno, en el mejor y más inteligente de los sentidos, que puebla el panorama del cine, obviamente, moderno. Su 'Moonrise kingdom', la cinta que abrió de forma oficial la sección oficial a competición, es perfecta, de principio a fin. Tan inteligente como emotiva. Tan calculadamente cerebral como conmovedora. Tan real como soñada. Tan cautivadora como precisa.
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