El fútbol sin nada en juego es un ejercicio muy parecido a la gimnasia y ofrece los mismos estímulos que bailar con un perchero. No hay frotamiento, ni recompensa, ni consecuencia para el futuro. Así, o parecido, se sintió el Real Madrid en Kuwait. El partido, el último antes de las vacaciones (el número 59 desde la Supercopa), sólo tenía el aliciente del caché. La consigna era no hacerse daño ni causarlo en exceso. Y el objetivo quedó cumplido. Todos contentos, pues, invitados y paganinis.
Quien más contribuyó al espectáculo fue Cristiano Ronaldo, lo que está lejos de ser una novedad. Para él hasta los patitos de goma son piezas de caza. El gen competitivo es consustancial a su ser. Y tal cosa se agradece, sobre todo, en partidos como el de ayer, amenazados permanentemente por el sopor. Cristiano regaló a la animosa concurrencia bicicletas, colas de vaca y un gol de cabeza que le asomó por encima de uno de los fondos del Kaifan Stadium. Se trata del gol 68º que consigue esta temporada con el Madrid (60 de ellos en partidos oficiales).
0 comentarios:
Publicar un comentario